
Encontré el origen de mi propósito en una bolsa plástica al lado de la carretera. Dentro, había tres cachorros cubiertos de pulgas, completamente abandonados. Ese día prometí abogar por quienes no pueden hablar por sí mismos. Al decidir mi futuro, pensé en todos los animales que habíamos cuidado y el bienestar animal se convirtió un sueño de vida: ser veterinaria. Dentro y fuera de clases, busqué varias formas de contribuir: fui voluntaria en una finca de caballos de carreras retirados, cuidé un animal exótico, y creé programas educativos para niños con necesidades especiales.
Pertenezco al Programa de Honor, he sido tutora de diversas clases en la universidad—donde pude asistir a estudiantes a alcanzar sus metas académicas— y formé parte del equipo del laboratorio de preparaciones como voluntaria. Soy la fundadora y presidenta de la primera Asociación Pre-Vet de la UAGM en Carolina, actualmente, y la relacionista pública del Capítulo de Microbiología. Además, pertenezco a otras asociaciones que tienen como fin la divulgación de las ciencias. Tuve la oportunidad de realizar un internado de verano, lo que me permitió ganar experiencia práctica en el campo de la toxicología ambiental, y ahora soy parte de una investigación sobre la interacción humano-animal y la sensación de bienestar emocional. Fuera de lo académico, disfruto leer, escribir y tejer, entre otras actividades que me proveen un lugar de desconexión.
Estas experiencias me han dado la oportunidad de explorar varios lugares de interés para promover tanto el bienestar animal como la conexión con mi comunidad.